¿Quién no conoce a Eliot Ness? El famoso agente del tesoro que consiguió encarcelar a Al Capone por evasión de impuestos… Protagonista, interpretado por Kevin Costner, de la magistral película “Los intocables de Eliot Ness”.
Pero seguro, que como yo hasta hace poco, no conoces su historia mas increíble y enigmática. Lo que le sucedió después del film de Brian De Palma y que dio pie a una novela titulada “Torso el descuartizador de Cleveland”.
La historia que puedes leer a continuación no la he redactado yo. Es un texto que circula por Internet en multitud de Webs y blogs. Lo he copiado en esencia, aunque no al pié de la letra, ya que en el escrito original existían algunos puntos que me han sido imposibles de verificar y por tanto los he omitido. También he corregido alguna que otra cosa.
El 5 de septiembre de 1934, apareció en Cleveland el llamado “Torso Playero”. Se trataba de un cadáver mutilado al cual se le había cortado la cabeza, los brazos y las piernas al nivel de las rodillas. Los brazos y la cabeza nunca se encontraron. En el informe de la autopsia se dijo que el cuerpo había sido conservado un tiempo en cal. Existen fotos al respecto pero no las he querido poner porque, aunque son en blanco y negro, tienen tela marinera.
Un año después, durante una calurosa tarde de septiembre de 1935, dos muchachos que jugaban a policías y ladrones tropezaron con una visión repugnante. Al fondo de una pendiente conocida como “La colina del asno" hallaron el cuerpo de un hombre blanco. Tenía las piernas estiradas y sus brazos descansaban pulcramente a los lados, como si estuviera colocado para un entierro. Estaba totalmente desnudo, salvo unos calcetines negros. Pero lo peor era la mutilación a la que lo habían sometido: el cadáver había sido decapitado, sus extremidades cercenadas y sus órganos genitales cortados. Los calcetines cubrían los muñones de las piernas. Como detalle macabro, tenía la imagen del protagonista de la tira cómica Educando a Papá en la parte posterior del muslo.
Cuando la policía llegó, encontraron otro cuerpo escondido entre la cizaña. Era de un hombre más viejo y estaba mutilado de igual manera, aunque al parecer llevaba allí más tiempo. Había marcas de soga en las muñecas. Los músculos en el cuello de la víctima se retractaron, indicando que el hombre no sólo estaba vivo, sino también consciente, cuando fue decapitado. La decapitación se había hecho limpiamente con unos golpes de un cuchillo muy afilado. La víctima sufrió varios tajos en el cuello hasta que el asesino pudo decapitarlo por completo.
Dos meses después del inicio de los crímenes, se designó a Elliot Ness como Director de Seguridad Pública en la administración local de Cleveland. Al parecer por aquellos entonces la ciudad tenia muchos mas problemas que el “Asesino del Torso”. De hecho Ness dirigió una campaña para limpiar de corrupción los cuerpos de policía y bomberos y también abanderó la lucha contra el juego ilegal y otros entretenimientos. No obstante todo esto seria “pecata minuta” comparado con lo que se le vendría encima. El mayor reto para su carrera profesional no había hecho más que empezar…
El ex agente del tesoro, con su aura de leyenda a cuestas, se involucró en el caso que nos ocupa después de que apareciera el cuarto cuerpo desmembrado y degollado.
La policía buscaba homosexuales con tendencias sádicas o fumadores de marihuana y ofrecía una recompensa de mil dólares, una fortuna en esos años.
Otro cuerpo apareció en una cesta y al principio, unos curiosos confundieron aquellos despojos con varios jamones. La cesta contenía los restos desmembrados de una mujer; la policía determinó que llevaba poco tiempo muerta, pues se envolvió uno de los muslos con periódico del día anterior. La investigación reveló que faltaban algunas partes del cuerpo, entre ellos, la cabeza.
Días después, dos niños negros que atravesaban Kingsbury encontraron una cabeza cortada, envuelta en un par de pantalones. El resto del cadáver se encontró el próximo día, a menos de una milla de distancia de la cabeza. La víctima era un hombre joven, alto, de alrededor de veinte años, que lucía varios tatuajes. La víctima también estaba viva cuando se le decapitó.
La ciudad explotó. La prensa y el público no tenían ninguna duda de que había un asesino en serie suelto en la ciudad, un asesino que seguiría matando. La prensa bautizó al autor como “El Asesino del Torso”. Se le bautizó así porque cortaba la cabeza y las extremidades a sus victimas, dejando solo el torso. Se le escapó a la policía durante meses. Siguió atacando en el cinturón de la miseria. En Pennsylvania se halló otro cadáver similar, con la palabra "NAZI" grabada a cuchillo sobre el cuerpo. Pero se determinó que el llamado "Torso Nazi" era obra de un copycat, un imitador del verdadero "Asesino del Torso".
“Torso” está considerado como el primer asesino en serie de la historia de Estados Unidos: un maníaco que despedazaba a sus víctimas y solamente dejaba el torso de los cadáveres, con cabeza, manos y pies amputados, lo que hacía imposible identificarlas, al no disponer siquiera de huellas dactilares o registro dental que comparar.
El tipo de asesinatos hizo que muchos vincularan a “Torso” con el “Vengador de la Dalia Negra”, pero al analizar las pruebas, los investigadores determinaron que se trataba de dos homicidas diferentes.
Los métodos del asesino eran diferentes a todos los conocidos hasta la fecha. No se encontraban manchas de sangre pues todas las víctimas habían sido fregadas y limpiadas de cualquier rastro que pudiera usarse como evidencia. Era evidente que Torso mataba en un sitio, limpiaba los cuerpos y los transportaba a donde eran finalmente eran hallados.
Otro cuerpo fue descubierto el 22 de julio de 1936. Lo halló una muchacha de diecisiete años que caminaba por los bosques al sur de la ciudad. Se trataba de un cuerpo desnudo, acéfalo, arrojado en una barranca. Cerca se encontró ropa barata, lo que indicaba que podría haber estado viviendo en uno de los campamentos de vagabundos cercanos. Se interrogó a varios de estos vagabundos que describieron a un hombre sospechoso, al cual habían visto por la zona. Con esta información se realizó un retrato robot.
El 10 de septiembre, apareció otra victima. Un torso acéfalo y manco. Cuando la policía llegó, encontraron que se habían lavado los restos en una cloaca cercana. La autopsia reveló que el hombre llevaba muerto sólo cinco horas.
Este psicópata se convirtió en el principal quebradero de cabeza de Ness. Al “Asesino del Torso” se le atribuyeron doce muertes de mujeres y hombres de clase baja. Sólo dos de las víctimas fueron identificadas; hubo diez sospechosos y la investigación duró diez años. Los últimos cuerpos aparecieron en 1938.
Todo intento de encontrar al asesino fue infructuoso. Golpeó, mutiló y desapareció, sin dejar ninguna pista. Aunque la mayoría de las víctimas no se identificarían nunca, la policía sospechó que posiblemente se trataba de prostitutas y vagos. El nuevo Juez del Condado, Samuel Gerber, creía que “El Asesino del Torso" era un hombre con entrenamiento médico, que narcotizó a sus víctimas antes de matarlos.
Unos chicos encontraron más cadáveres en un tiradero de basura: torsos, esqueletos, partes de cuerpos… parecía una burla para Ness. Uno de los cuerpos era de una mujer que, según el forense, había estado guardada un tiempo en un refrigerador.
Todo terminó cuando Eliot Ness ordenó prenderle fuego al asentamiento de desocupados. Inmensas zonas de bodegas y casas de madera ardieron en una noche de venganza y desesperación, destruyendo Kingsbury Run. Ness instruyó a la policía para arrestar a todos los que estaban en la zona esa noche. Eran las tácticas típicas de los "Intocables". Y aunque habían funcionado en Chicago, no sirvieron en Cleveland. Había una gran ola de indignación pública que condenaba a Ness, argumentando que su acción era la de un hombre desesperado, que sus métodos habían sido brutales y no resolvieron nada. Además, de los más de sesenta transeúntes que se arrestaron esa noche, ninguno resultó ser el asesino.
Ness arrestó entonces a Frank Sweeney, un médico esquizofrénico de su lista de sospechosos. Hasta lo interrogó en forma “secreta”, sometiéndolo a vejaciones y torturas, pero el doctor negó todo. No había pruebas, además. Ness lo presionó hasta que el médico no pudo más. Cuando se internó voluntariamente en un instituto psiquiátrico los crímenes se detuvieron, pero eso no demostraba que fuera el asesino y muchos supusieron que el verdadero criminal había aprovechado la coyuntura.
Se dice, aunque no esta confirmado, que paradójicamente Eliot Ness, incapaz de capturar al verdadero asesino, se hundió en el alcoholismo que había combatido en Chicago, durante los años de la prohibición. Dimitió en 1942, después de un accidente de auto. Se dijo que había conducido bajo los efectos del alcohol.
Más de una década después de que los asesinatos del torso se detuvieran, Ness recibió varias tarjetas postales de un paciente de una institución mental. Las tarjetas se mofaban del, haciendo referencias a las matanzas brutales. Aunque la persona que las envió podría haber sido cualquier otro loco, Ness estaba convencido de que se trataba del verdadero asesino. De todas formas a esas alturas ya no importaba.
Eliot Ness nunca se recuperó de su desilusión; fue incapaz de cerrar el caso. Murió el 16 de mayo de 1957 y para la policía, el caso del “Asesino del Torso” nunca fue solucionado.